jueves, 13 de diciembre de 2012

La muerte de la camarera (3ª entrada, el final)

Los ojos del miedo

El fiscal Balestra, mira la escena del crimen, camina alrededor del cadaver, sin tocar nada.
Mientras la policía científica toma las huellas digitales por todos lados, el cuarto, el living, la puerta, los vasos, la pava, el mate, el baño, todo.

Han pasado unos días, y llega un patrullero y se estaciona frente la verdulería a las 8 de la mañana.

- El Sr. Alberto Perez?
- Si, soy yo Sr.-
- Me tiene que acompañar, queda imputado en el asesinato de la Srta. Eugenia Frías, tiene derecho a guardar silencio, a tener un abogado que lo asista y si no lo tiene, el estado le adjudicará uno a la brevedad.

El agente se lleva esposado a Alberto, quien dice ser inocente, pero ya nadie lo escucha.
Todas las huellas digitales son las de él, claramente sería el asesino.
Y al tiempo lo llevaran a juicio y seguramente lo declararán culpable.

Mientras un hombre, de unos 30 años, vuelve a tomar el 17 a las 6 de la mañana, una parada antes de donde lo tomaba Euge, y como todos los días, con su camisa recien planchada, se dirige a su trabajo de recepcionista, a seis cuadras de la verdulería de Alberto, en un albergue transitorio de la calle Salta.

Ella jamas reparó en él, pero este hombre pulcro y tímido, nunca le hubiese hablado, pero mas de una vez se bajo tras ella, y la siguió tomando recaudos.
Y un dia se atrevió un poco mas.


- Al fin te veo una manchita, que te pasó, te cortaste al afeitarte?,( le dijo su compañero al que él relevaba, a diario)
Mirá que sos impecable che, al menos asi pareces de este planeta.

El joven sonrió y dijo si, haberse cortado al afeitarse y no se dio cuenta de que había manchado su pulcra camisa blanca.
Esa mañana, unos guantes ensangrentados fueron a parar a los residuos de un hotel de parejas, no llamò la atención de nadie
Y con la punta de una toalla mojada, el joven desmanchó la camisa blanca cuidadosamente.
Igualmente nunca volvería a ser la misma, una aureola delatora estaba ahí, situación que lo incomodaba demasiado.

En el Bar Lunares blancos, ya han tomado a una nueva camarera, joven y sexy, pero todos recuerdan los ojitos pìcaros y el desparpajo de Euge, la moza rubia que aspiraba a bailarina..
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Pero la vida de aquel joven no ha cambiado, la misma hora, el mismo colectivo, el mismo silencio.
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No existe el crimen perfecto pero.................hay un hombre inocente en la carcel que recuerda a Eugenia sonriente..

Y hay un hombre libre que jamàs la vio sonreir, solo vio los ojos del miedo.
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FIN

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