jueves, 15 de diciembre de 2011

Una tormenta estival

La lluvia había comenzado en horas del mediodìa, y habìa encontrado a mucha gente sin los accesorios tìpicos, el paraguas, el piloto o la campera. Los grandes charcos eran enemigos naturales, algunas esquinas anegadas lograban hacer olas hacia las veredas.
El viento del sudeste inclinaba los àrboles y frenaba a las personas al caminar, algunos paraguas rotos aparecían en tachos de basura, arrojados con bronca y resignaciòn. El tràfico era un kaos, bocinas e insultos se unìan para agredir, para crispar.
Los bares de Buenos Aires y los techos mas generosos reunían a personas conocidas o desconocidas, aquellos que juntos habian salido, aquellos que solos dialogaban con alguien con la  pregunta obvia : Parará de llover? Y otros que en silencio y con preocupaciòn miraban el cielo y se despegaban la ropa hùmeda.
Era verano, y eso era a favor, por lo menos no hacìa frìo. Tener los pies mojados no era un problema.
Martìn entrò al bar de la esquina de la calle Montevideo, y vio con sorpresa que estaba lleno, miró detenidamente a todas las mesas para ver si habìa alguien conocido con quien compartir un cafè para esperar que pasara la tormenta, pero no vio a nadie.
Pero reparò en una mesa que daba a la ventana donde solo había una joven de unos 35 años, de cabello castaño lacio, delgada, con  una blusa blanca humedecida.

- Disculpame, serìa mucho pedirte si puedo compartir la mesa con vos, me muero por un cafè, y quisiera hacer tiempo a que pase la tormenta, no puedo cruzar la calle, quisiera que drene el agua primero, pero no tengo mesa y la barra esta repleta. Te molestarìa?
- No, para nada, sentate. Terrible tarde no?
- Si, impresionante la cantidad de agua, fijate el oleaje que hacen los autos.
Mozo, un cafe cortado por favor, queres tomar algo mas?
- No gracias, tomè dos ya.
- Bueno, uno solo entonces. Mi nombre es Martìn, el tuyo?
- Andrea.

Y se sucedieron una serie de preguntas, el trabajo, de donde sos, si estudias, si tenes hermanos, y hasta el estado civil. Martin, divorciado sin hijos, Andrea, soltera.
Y se vinieron las risas, el humor y la simpatìa de Martìn que hacìa reir mucho a Andrea, anècdotas de adolescencia, noviazgos, mùsica, cine y teatro tambièn.
Y pasaron horas de charla muy amena, y la lluvia empezó a parar y el anochecer se acercaba.
Pero estaban tan còmodos juntos que la risa ya era còmplice de las miradas y las manos inquietas.

 - No sabes lo feliz que estoy de haber entrado a este bar y haber reparado en esta mesa, es mas tengo ganas de invitarte a cenar, que decis?
- No, la verdad es que no puedo. Tengo que irme.
- Pero nos vamos a volver a ver, de aca no te vas sin darme tu celular y tu mail.
- Jajaja Martìn,  claro.
- El sàbado vamos a cenar y a bailar, que te parece? No es buena la idea?
- No, no bailo.
- Dale, como que no bailas, me estas despreciando, che tengo 43 pero no sabes como me muevo, impresionante los pasitos que te saco en la salsa, ni hablar de un buen rock.
- No es despreciar, no bailo. Creo que ya ha bajado el agua para cruzar la calle, vamos?
- si, vamos.

Martìn se acerca a la caja para acelerar el tràmite del pago, abona con su tarjeta y luego de firmar se da vuelta y al mirar para la mesa 6 ve pararse a Andrea y tomar del rincòn lo que parecìa ser el mango de un paraguas pero en realidad era un bastòn de madera oscura. Andrea sonrìe y tuerce su cabeza como diciendo, ves? soy renga.
Martìn se acerca  sorprendido pero sonriente y le ofrece su brazo.

- Mirà todavìa hay bastante agua, me permite mi bella dama?
- Que?
- Si me permite cruzarla en mis brazos al otro lado?, creo que en la vereda de enfrente nos juntamos los ganadores...
- Que decìs Martìn?
La alzò con sumo cuidado, y haciendo bromas y sacando sonrisas de los bolsillos llevò a Andrea cruzando la calle anegada.
-Pensar que hay  gente que espera a casarse para hacer esto con una mujer, jajaja
- Gracias caballero.
- Bueno, pero al cine podremos ir no?  el sàbado digo.
- Si, porque no, claro.
- que bueno, ah tengo que confesarte algo, soy diabètico, digo porque no se nota a la vista, pero lo soy.

Martìn tomò la cara de Andrea con sus manos y la besò tiernamente,  habìa dejado de llover y la noche caìa y acariciaba sus caras un rocìo imprevisto, el de un cielo estrellado y esperanzado.

FIN




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1 comentario:

  1. No pierdas las esperanzas, siempre sonrìe ante la adversidad. Deja que la vida te sorprenda.
    Inès

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