martes, 23 de agosto de 2011

El abrazo guardado

Anabela se había despertado muy temprano, media hora antes que sonara la alarma de su reloj, y se quedó mirando el techo de su cuarto con los ojos bien abiertos un buen rato.
Se levantó, fue al baño y se dio una ducha larga y caliente. Apoyó sus manos en los azulejos y dejo caer por largo rato el chorro de agua sobre su cuello y espalda.
Vivía sola , el departamento era pequeño pero luminoso en la zona de Villa Urquiza.
Las hondas diferencias con su padre la fue alejando de la casa paterna, y su madre había fallecido hace 6 años.
A los 32 años, habiendo terminado su carrera de Medica Veterinaria, trabajaba con una colega y amiga en la zona de Belgrano.
Su timidez la hacía introvertida y de pocas palabras. Hace mas de un mes que esperaba este momento, y había llegado.
El  sobre con la citación estaba en la mesa de la cocina.
Anabela miró la hora en su reloj , y terminó de vestirse con rapidez.
Tomó las llaves de su auto, sus documentos, el sobre, una cartera mediana, y se puso su abrigo negro y su bufanda beige, el dia era frio y gris..
Era temprano, pero el tráfico comienzaba a ser intenso, el sol estaba saliendo timidamente. No llegaba a entibiar la mañana.
Mientras manejaba recordaba su niñez, su soledad de hija única, el cariño de su madre, con su mirada triste, y el autoritarismo de su padre, un hombre  parco,  con un despotismo y soberbia tan notoria, que se hacia cotidiano las discusiones con ella y su madre, a las que trataba con la misma violencia verbal.
Todas aquellas imágenes que iban desde las làgrimas de su madre, hasta los gritos de su padre, pasaban tambien por ella escondida debajo de una mesa o detras de una puerta, tapándose los oídos con sus manitos pequeñas.
Estacionó su auto, y bajó apresurada, cruzó una avenida que la separaba del hospital, llegó hasta la puerta y miró nerviosa los letreros.
Mientras lo hacía, caminaba por un largo y ancho pasillo, la gente ya hacía cola para la reserva de turnos. Había mucho movimiento. Enfermeras y médicos transitaban apurados hacia ambos lados del largo corredor.
Finalmente llegó a la puerta que ella buscaba, el cartel decía "Hemoterapia".
Alli la esperaba su abogado y amigo Mario. La abrazó afectuosamente y le dijo que ya la estaban esperando.
Detrás de una columna, estaba una mujer mayor, de unos 80 años, muy delgada y de estatura mediana, detras de sus anteojos sus ojos estaban húmedos pero una leve sonrisa asomaba en su boca.

 Ya estas ahí, has dado un  gran paso, dificil, has sido muy valiente. No sabes como deseo desde el fondo de mi corazón que dentro de unos dias pueda abrazarte fuerte y decirte:
             Yo soy tu abuela, tu nombre verdadero es María Paula, y voy a contarte tu historia, tu verdadera historia, tengo guardado millones de abrazos como este para darte. He esperado este momento desde hace 32 años y por fin ha llegado. Bienvenida querida, yo soy tu familia.


Anabela salió y junto a Mario se dirigió a la puerta de salida para ir a desayunar en un bar cercano.
Mientras Carmen los observaba irse emocionada y en el profundo anonimato se retiró lentamente pero una nueva luz de esperanza habitaba en su corazón. Y hay otro abrazo guardado junto a los cientos que anidan en su pecho.

FIN

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